domingo, julio 30, 2006

CREE EL MERCENARIO QUE TODO EL MUNDO LO ES || EL DIA QUE FIDEL CASTRO PERDIÓ LOS ESTRIBOS

Nota del Blogguista.

Ángel Castro, el padre de Fidel Castro aunque existan otros comentarios que solamente las pruebas de ADN dirán si son ciertos o no, se incorporó, según algunos biógrafos, a las fuerzas peninsulares que venían a luchar contra los independentistas cubanos de la Guerra de 1895 en los tiempos de Valeriano Weyler porque una persona de recursos económicos de esa empobrecida región de Galicia donde Ángel vivía, le pagó para que fuera por él a combatir, algo que en aquellos tiempos era una práctica totalmente legal.
Luego en la psiquis enferma de Fidel Castro quizás exista también en el uso y abuso de la palabra MERCENARIO algo relacionado con ese episodio de su padre, que hoy muchos definiríamos como mercenarismo, aunque en mi caso particular, esa palabra no lleva ninguna carga peyorativa . Thomas Jordán, norteamericano quien en la Guerra de los Diez Años tuvo el mando de las tropas mambisas durante un período de esa guerra, peleó por dinero al lado de la causa cubana.

Sobre las paternidades cuestionadas, pueden leer algo en la primera nota del Editor de El Veraz, al final del artículo ¨Castro, el Infiel¨, http://www.elveraz.com/articulo32.htm, de Elizabeth Burgos, exesposa de Regis Debray. En lo relativo a la paternidad de Raúl he oido esa misma observación, pero no relacionado con el general Gilberto Carrillo, sino con un tal Mirabal, otro que llegó a General, pero que en aquellos lejanos tiempos estuvo destacado cerca de la hacienda de los Castros en Birán

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Tomado de El Nuevo Herald.com

Cree el mercenario que todo el mundo lo es


Por Manuel Vázquez Portal


Fidel Castro se ha pasado 47 años hipotecando el destino de Cuba y robando a sus acreedores. Con la subvención soviética se hubiera podido engastar el archipiélago cubano sobre una plataforma de diamantes. Pero ese dinero que recibía del Kremlin no era para desarrollar el país, sino para hacer crecer una ideología espuria en los más recónditos sitios del planeta. No fue más, durante la guerra fría, que un vulgar condotiero de la frustrada expansión comunista.

A cambio de la seguridad, para su poder personal, que le garantizaba su empleador no tuvo reparos en sacrificar miles de vidas en guerras mercenarias, y por descontado, violadoras de la soberanía de otros países. Los huesos de muchos cubanos se fosilizan en las selvas americanas, los desiertos africanos, las lluvias asiáticas como testigos eternos de su crimen.

No tuvo escrúpulos al traicionar una revolución de corte democrático que se sufragó con las finanzas de la burguesía nacional, políticos de la época, apoyo del pueblo cubano mediante la peligrosísima recolección de fondos y la solidaridad de naciones como Estados Unidos, México y Costa Rica, donde líderes de la oposición de entonces recababan ayuda.

Nunca ningún cambio social se ha producido sin apoyo financiero que sostenga la logística necesaria. La empobrecida Cuba actual, cabestreada por una economía controlada por el gobierno que la arruina y envilece, no posee modos de solventar una transición hacia la libertad y la democracia.

El pueblo cubano no es dueño de nada y nada puede aportar a una lucha cada día más necesaria, porque lo magro de sus ingresos, aun con remesas incluidas, apenas si le alcanza para malalimentarse. Sólo la zona más próspera del exilio puede entregar, y entrega sin remilgos ni oscuras pretensiones, la mayor parte de la ayuda a la disidencia interna. ¿Qué tiene de ominoso entonces que se acepte la solidaridad de otros pueblos decididos a socorrer en el momento amargo?

¿No tuvo Estados Unidos la ayuda de Francia y otros países de Europa cuando decidió librarse del yugo colonialista inglés? ¿No tuvieron las naciones del ex campo socialista la ayuda de muchas otras naciones para librarse del dogal totalitario? Toda transformación social requiere del auxilio a los líderes y pueblos dispuestos a realizarla. ¿Qué hay entonces de escandaloso en el proyecto presentado al presidente de los Estados Unidos por la Comisión Para la Asistencia a Una Cuba Libre?

En el mismo proyecto se evidencia con la necesaria diafanidad que la ayuda ofrecida sólo se otorgará en caso de que un gobierno de transición comprometido con la libertad y la democracia lo solicitare, sin que ello empeñe la independencia y soberanía futura de la nación.

¡Ah! ¿Pero dónde es que la cerda tuerce la cola? En la divulgación transparente de los fondos que se dispondrán. Es como si, en una actitud vergonzante cuando no corrupta, se rechazara la transparencia de la información, pero no la ayuda en sí, que con gratitud se recibe a escondidas, siempre y cuando se mantenga en el propicio anonimato. Y ello prueba lo desacostumbrados que estamos a las cuentas claras por más espeso que esté el chocolate. Y de ahí lo controversial que se ha tornado el informe. Controversia que traducida a lo cubano vendría significando: ``Tírame un cabo, mi socio, pero no lo digas, que me embarcas''.

Es como si no entendiéramos todavía que la dictadura cubana no necesita de pruebas para condenar a muerte, encarcelamiento o anulación a quien se oponga a sus designios. Yo estuve en Cuba hasta ayer. Me opuse desembozadamente. Tuve miedo. Pagué con anulación social al principio, con descalificación luego, con cárcel más tarde y con exilio al final. Pero nunca les di el placer de que me hicieran sentir como un apátrida, como un mercenario.

Recibí, sin mendigarla, la poca ayuda que me brindaron quienes en su momento pudieron hacerlo, y nunca lo negué, ni en privado ni a la prensa extranjera. Cuando me arrestaron era más pobre que las ratas que me esperaban en el calabozo. En el registro feroz que hicieran en mi casa no hallaron más que papeles envejecidos y sueños sin estrenar. Creía, y creo firmemente, que todo ciudadano que se revela contra una tiranía y sueña con la libertad es merecedor legítimo de todo el respaldo, moral o financiero, que naciones solidarias estén dispuestas a brindarle, sin que ello signifique coyunda para el porvenir porque quien brinda para que se consiga la libertad no cobra luego con esclavitudes.

Lo verdaderamente asqueante es que se lucre o se aspire lucrar con el dolor de una nación tiranizada. Y el gobierno cubano ha lucrado, lujosamente, durante casi medio siglo de los pagos que ha recibido por rentar los sueños de cuatro generaciones de cubanos que han servido de esclavos, mercenarios o conejillos de Indias en planes económicos descabellados, guerras mercenarias infructuosas y experimentos sociales delirantes.

¿Qué moral tiene la dictadura cubana para hablar de mercenarismo o injerencia cuando aún en la actualidad alquila, privando a su pueblo de ellos, a profesionales de todas las especialidades para que apoyen a saltimbanquis de ferias, con dinero o sin él, que sueñan heredar el legado megalómano castrista y resucitar el socialismo con una especie de palingenesia invocada con vapores de aguardiente pampero y maceraciones de hoja de coca? Para quien fue, y es, mercenario, todo el mundo lo es.
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El día que Fidel Castro perdió los estribos
Por Juan Manuel Cao

Especial para El Nuevo Herald
La antepasada semana, el gobernante Fidel Castro protagonizó un incidente con el reportero miamense Juan Manuel Cao, durante la 30ma. Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur, celebrada en Córdoba, Argentina. A una pregunta de Cao sobre la retención en la isla de la neurocirujana Hilda Molina, Castro respondió acusándolo de ser un mercenario y de no ser cubano. El incidente fue ampliamente comentado por la prensa argentina y convirtió a Cao en uno de los focos de interés de la cita presidencial. Molina, una especialista de renombre internacional, lleva años solicitando en vano a las autoridades cubanas un permiso de salida para reunirse con su hijo y nietos en Argentina. El caso ha llegado a conformar un sensible aspecto de las relaciones entre ambas naciones.

Fue una simple pregunta.

¿Por qué no deja salir a la doctora Hilda Molina?

Pudo haber respondido con cualquier evasiva. Pero, frente a un centenar de cámaras, el gobernante cubano Fidel Castro optó por el insulto y la rabieta. Me acusó de mercenario, de estar pagado por ''el impertinente Bush'' y hasta de formar parte de una conspiración para un imaginario atentado. Desde el balcón argentino, como poseído por el inquieto fantasma de Evita, Castro manoteaba colérico. Un periodista cordobés le preguntó asombrado: ``¿Por qué pierde la calma tan fácilmente, comandante?


ROBERTO CANDIA / AP
EL GOBERNANTE cubano, Fidel Castro, comparte un momento en Córdoba con la activista argentina Hebe de Bonafini (Nota del Blogguista: Bonafini declaró su júbilo por la abominable masacre del 9-11 en Nueva York ) --->

Es que no lo conocen. Ese hombre ha vivido perennemente irritado. Es dueño de un humor bilioso que lo obliga a insultar, y a veces a fusilar, a cuanto ser viviente se le interponga. Da igual que sea el presidente de una gran potencia o el de un insignificante país, un crítico poderoso o el infeliz de la esquina. Su cólera divina no distingue proporciones. Tampoco su rencor, su infinita sed de venganza.

Los cubanos lo sabemos bien, pero los argentinos no. Por eso se quedaron boquiabiertos cuando vieron al héroe revolucionario que creían estallar de ira y retorcerse en un espasmo de intolerancia. Se lo tuvieron que llevar antes de que empezara a espumearle la boca. La sucia boca de los largos discursos y las cortas sentencias de muerte. La de difamar con rapidez y excarcelar con lentitud.

Pero no bastó el insulto. Sus escoltas, entrenados para lo peor, se me echaron encima. Logré escapar a duras penas. Pero ya no importaba. Castro seguía discutiendo con mi sombra y en cada nueva pregunta escuchaba mi voz. A un periodista de la televisión argentina le espetó: ``Ya te dije que eres un mercenario, un entrometido''.

El pobre hombre defendía su identidad.

``Yo no soy áquel, yo soy otro''.

Pero el endiablado comandante ya no escuchaba más que el eco de su propia furia.

Luego, las cámaras se voltearon hacia mí, y como dijo un cronista, pasé de entrevistador a entrevistado. Me defendí como pude: no soy un periodista militante, ni siquiera un anticastrista. Me considero un periodista a secas. Un profesional que cree que su trabajo es cuestionar el poder y no aplaudirlo.

''¿Por qué no le preguntas a Bush sobre los crímenes de Posada Carriles en su país?'', le gritó Castro al colega argentino que confundió conmigo en el tumulto.

Se lo he preguntado directamente a Posada, con la misma impertinencia, y a Orlando Bosch, en una entrevista en la que fui tan claro que hasta la publicó el periódico Juventud Rebelde en su edición del 5 de abril pasado.

Y he cuestionado duramente a Bush sobre un montón de temas, y a su hermano y a Otto Reich, en un tirante encontronazo que el régimen ha traducido (siempre sin mi permiso), a varios idiomas.

Trato de no callarme, venga de donde venga la intolerancia y les puedo asegurar que jamás ninguno de mis entrevistados, por molestos que hayan resultado mis cuestionamientos, me ha respondido, como lo hizo Castro, con un insulto personal.

Porque contrario a lo que se pueda creer, contestar es más fácil que preguntar. Rectifico. Evadir las preguntas resulta más fácil de lo que parece. Castro optó por el insulto, porque ésa es su naturaleza y porque no tiene respuestas a las preguntas más elementales que cuestionen su nefasta huella por la historia.

El caso de Molina le explotó en la cara. Ocupó todos los titulares de la prensa y sacó a la luz una trama que yo desconocía cuando lancé la pregunta. Los hechos sucedieron, según los medios argentinos, de la manera siguiente.

El dictador cubano estuvo a punto de ordenar el regreso de su avión a Cuba cuando se enteró de que en tierra le esperaba una carta del presidente Néstor Kirchner solicitando la liberación de la doctora.

La discusión entre el canciller argentino Jorge Taina y su par cubano Felipe Pérez Roque terminó a gritos. Esa primera noche Castro boicoteó la cena de gala y conspiró con Lula, Chávez y Evo Morales, para dejar plantado a Kirchner.

A la cena en el Palacio Ferreira de Córdoba, apenas asistieron Tabaré Vázquez, de Uruguay, la chilena Michelle Bachelet y el paraguayo Nicanor Duarte. El anfitrión tuvo que rellenar con funcionarios de segunda los puestos vacíos de la elegante mesa presidencial.

La primera dama argentina, Cristina Kirchner, volvió a amenazar con irse a Cuba a visitar a las Damas de Blanco, una sugerencia que, según el diario Clarín, había horrorizado a los cubanos.

Las consecuencias prácticas de todo este embrollo se vieron, al día siguiente, cuando al no haber podido tomar la foto oficial en la cena de gala, como estaba previsto, improvisaron una descontrolada sesión fotográfica frente al salón de conferencias de la cumbre.

No había espacio entre las cámaras y los mandatarios. Y algo más. En un hecho inusual, los corresponsales pudimos entrar a un área vedada y que tradicionalmente fue terreno exclusivo de los fotógrafos. De inmediato comenzó el forcejeo entre los periodistas y el personal de seguridad. Se rompió el protocolo y volaron las preguntas.

La compacta masa de cámaras y micrófonos aprisionó a los jefes de estado contra la pared, algunas banderas se cayeron con astas y todo. Los escoltas de Castro, desesperados, empezaron a empujar. Se notaba que nunca habían enfrentado una situación semejante. No sin trabajo, el anciano fue trasladado a la planta superior desde donde se improvisó una tribuna y comenzó a hablar.

Ni siquiera lo pensé, esquivando codazos y empujones, me metí en el tumulto y grité a todo pulmón:

``¿Por qué no permite que la doctora Hilda Molina se reúna con su hijo y con sus nietos?''

Había puesto el dedo en la llaga.

Fue una simple pregunta.
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Tomado de

http://www.3puntos.com/seccion.php3?numero=228&archivo=226not03&seccion=archivo

ARCHIVO / Por MARIANA CANAVESE Y LUIS GRUSS

ENTREVISTA A HEBE DE BONAFINI

SALIRSE DE MADRE



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La presidenta de Madres de Plaza de Mayo sigue fiel a su estilo. Conversar con ella es enfrentarse a un vendaval que no repara en matices. Ataca a Horacio Verbitsky, a Página/12, a los profesores que se fueron de su Universidad y a todo aquel que piense diferente de su celebración del atentado a las Torres Gemelas y el Pentágono.
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"La polémica la armaron ellos -resume la titular de Madres de Plaza de Mayo, sin especificar demasiado-. Nosotras nos quedamos en el molde." Pero, de inmediato, Hebe de Bonafini rompe el molde y arremete como una tromba. Levanta su dedo acusador en varias direcciones, toma distancia de Fidel Castro y no lamenta la dimisión crítica de varios docentes a sus cátedras en la Universidad Popular de las Madres.

Hubo catorce renuncias de profesores en disidencia con su alegría frente a los atentados de septiembre. ¿Se siente molesta?

Para nada. Quiero aclarar, además, que unos cuantos que aparecen en ese grupo, como por ejemplo León Rozitchner, no son docentes permanentes. A lo sumo dejarán de dictar seminarios. Los que sí renunciaron, pero no aquí sino en los medios, son Carlos y Rolando Astarita. Ellos son dos cobardes que trabajan para la UBA, la cual hace rato que pretende cerrar nuestra Universidad.

O sea que no los va a extrañar.

En absoluto. Son sirvientes de los radicales. Los radicales siempre apuntaron muy duro contra las Madres. Nunca les gustó que denunciáramos que golpearon la puerta de los cuarteles o que le dieron intendentes y embajadores a la dictadura. Las boinas blancas no deben ser confundidas con los pañuelos blancos.

Entonces, ¿por qué aceptó a esos docentes en la Universidad?

¿Y eso qué tiene que ver? Acá hay gente de todas las ideas. Pero, insisto, fue en la época de los radicales cuando nos atacaron a mi hija y a mí. Lo mismo pasó cuando abrimos esta Universidad sin permiso y empezaron los ataques de toda índole. Pero esta academia, como la llama Verbitsky, es pluralista. Y en esa comentada reunión hubo gente que dijo una cosa y gente que dijo otra. Lo que pasa es que él después tomó y dijo lo que quiso. Yo creo que Verbitsky es un sirviente de Estados Unidos. Recibe un sueldo de la Fundación Ford y, además de ser judío, es totalmente pro-norteamericano.

Verbitsky reaccionó frente a su celebración pública de los atentados contra las Torres Gemelas. No salió a defender a Bush.

¿Pero qué pretende ese señor? ¿Cómo no me voy a poner contenta de que hayan caído esos hijos de puta alguna vez? Yo creo que aquí el problema soy yo, apuntan a mi cabeza. Los políticos, que son todos una mierda, hace tiempo que me quieren destruir. Página/12 también. Ahora vamos a publicar un cuadernillo con todas las notas nuestras que ese diario no publica. A David Viñas y a Susana Viau tampoco les publican los artículos que escribieron polemizando con Verbitsky. Les dan lugar, eso sí, a las cartas de Astarita. Nosotros trabajamos para la gente y no para un grupito de intelectuales.
En su renuncia Rolando Astarita discute la idea de que la lucha de clases implica la eliminación física del adversario.

No me vengan con esas intelectualizaciones. Yo hablo desde la cocina, desde la calle, desde la Plaza. Estoy luchando desde hace tiempo. Fui a Irak, a Yugoslavia, a mí no me la contaron. Este país está lleno de imperialistas que se dicen marxistas. Y yo digo: o sos imperialista o sos marxista.
Eso se parece a lo que dice Bush: o estás de nuestro lado o sos un terrorista.

Esa comparación no tiene ningún sentido. De un lado están los pueblos y del otro el imperialismo.
Hebe, ¿los 6 mil o más muertos de las Torres son el enemigo?

Esa pregunta es tramposa. En las Torres cayeron los poderosos. Y el poderoso es mi enemigo. Porque es el mismo que mandó matar a mis hijos.

En las Torres murieron oficinistas africanos, argentinos, musulmanes...

¿Y eso qué tiene que ver? Yo no me alegré de las muertes. Cuando me hablan de esto me hacen acordar al chantaje que siempre hicieron con la hijita de Lambruschini. Es lo mismo. Es la teoría de los dos demonios otra vez. Yo no voy a decir lo que ustedes quieren que diga. Pero mantengo mi posición. Es verdad: me alegré y festejé el hecho de que a este capitalismo salvaje que nos destruye le haya tocado alguna vez. Ellos no me dan lástima. Están cagados de miedo, porque los norteamericanos son un pueblo cobarde y vengador.

¿Todos los estadounidenses? Allá también hay intelectuales críticos, marchas contra la guerra, voces disidentes...

Si no es todo, es la gran mayoría. A un pueblo no lo componen Chomsky o Petras. Estados Unidos es el causante de la guerra. Pero, al parecer, nadie lo condena.

Eso no es verdad. La condena es cada vez mayor. No es ése el tema en discusión. La pregunta es si los oprimidos deben utilizar la misma metodología que sus enemigos para liberarse.

¿Pero cómo creen ustedes que se defiende un pueblo? ¿Cómo se hace una revolución?

Los pueblos tienen todo el derecho del mundo a levantarse en armas contra sus opresores.

¿Cómo sabe que los atentados fueron hechos por tal o cual pueblo?

Yo lo que sé es que éste fue un golpe muy grande contra el imperio. Los norteamericanos nos cagaron la vida, bueno, ya era hora de que pagaran.

Los que están pagando en realidad son los pueblos, y el afgano en primer lugar. ¿No cree que la nueva situación mundial favorece esa tendencia regresiva?

No creo. Lo que pasa es que antes todo era muy silencioso y ahora se destapó. Ahora las cosas están claras. La revolución es la única forma de que el pueblo deje de padecer.

Pero ahora todos los que sueñen con revoluciones están en problemas. Estados Unidos tiene la excusa perfecta para acusarlos a todos de terroristas.

Eso no es nuevo. Siempre el imperio se dedicó a sofocar las rebeldías. Pero los pueblos no se resignan.

¿Los pilotos suicidas representan a un pueblo insurrecto?

Sí, a un pueblo que se pudrió de que lo pisoteen. Y Estados Unidos está ahí por el petróleo. Ni siquiera está por Bin Laden. Y ojo: nunca dije que lo aplaudía a Bin Laden. Yo cuando estaba en Cuba dije que estaba contenta por lo que había pasado. Eso es todo.

En Cuba, dicho sea de paso, no piensan lo mismo. Hasta hicieron una marcha masiva contra el terrorismo.

¿Y eso a mí qué me interesa? Yo no pienso lo mismo que Fidel Castro. Él tomó una posición y nosotros otra.

¿Es comparable la actitud de los pilotos suicidas con el proyecto que sostenían sus hijos y la mayoría de los 30 mil desaparecidos que hubo en la Argentina?

No, para nada. Nuestros hijos luchaban por una revolución con el pueblo y para el pueblo. Tenían un proyecto, que era público y no privado, un proyecto que fue derrotado a sangre y fuego. Entonces no los puedo comparar. Son diferentes formas de lucha. Marcos es otra cosa. Los Sin Tierra otra. Y así sucesivamente.

Marcos y los Sin Tierra buscan consenso para sus reclamos. ¿No cree que sus posiciones actuales van en dirección contraria a esa captación de voluntades?

Eso dicen los radicales. Dicen que estamos solas. Nuestro consenso se labra cuando los piqueteros nos llaman para hablar, cuando me llaman de todos lados. Insisto: yo trabajo para la gente y no para los medios. Si los intelectuales no quieren estar, bueno, entonces lo lamento.

¿Todas las Madres comparten su alegría? Un grupo de apoyo de Gualeguaychú, por caso, repudió airadamente sus declaraciones y la invitó a retractarse con un plazo perentorio de siete días.
Los grupos de apoyo no son las Madres. Ese grupo de Gualeguaychú no hace rondas los jueves, saca un diarito... Y, bueno, no lo harán más.

¿No le da pena perder ese respaldo?

Lo que me da pena es la gente incapaz de sostener una ideología. Los grupos de apoyo van y vienen. Los profesores que renunciaron a la Universidad ya fueron reemplazados.

Lo mismo podría decirse de los supuestos capitalistas muertos en las Torres. Ya fueron suplantados. Así que aun viendo las cosas desde su punto de vista, la venganza implícita en los atentados resultó inútil.

No pongan en mi boca la palabra venganza. Acá no se trata de algo personal. Si no, las Madres ya habríamos salido a matar a Videla en vez de luchar como lo vinimos haciendo durante los últimos 24 años.

Y con eso no están de acuerdo.

Obviamente que no. Pero, vayamos más al fondo, ¿acaso ustedes se preocuparon cuando vaciaron mi casa y se la tomaron conmigo y con mi hija? No, ustedes vienen ahora porque hay polémica, porque con eso la revista vende. Y acá se termina la entrevista. Ya dije todo lo que tengo que decir.