viernes, agosto 31, 2007

OBAMA EN LO CUBANO

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Obama en lo cubano

Por Daniel Morcate


El precandidato presidencial demócrata, Barack Obama, ha demostrado una gran valentía al lanzar al centro del debate electoral el espinoso tema cubano. Con sus recientes declaraciones en Miami, en una columna de opinión primero y luego en el auditorio del condado de Miami-Dade, Obama rompió el silencio que rodeaba el drama de Cuba en esta primera fase de la contienda presidencial, especialmente entre los aspirantes demócratas. Lntablemente, el senador por Illinois denotó en sus comentarios cierta ingenuidad y superficialidad que muchos cubanos han llegado a asociar con las posturas tradicionales de los presidenciables demócratas en las últimas décadas.

No le reconozco a gobierno alguno el derecho a decidir a dónde pueden viajar sus ciudadanos ni cuánto dinero pueden gastar en los lugares que visitan. Un gobierno democráticamente instituido a lo sumo puede intentar disuadir a los gobernados de realizar visitas frívolas a países esclavizados. Pero nunca debería impedírselo con métodos coercitivos, salvo tal vez en ciertos casos de guerra declarada. De modo que mi objeción de fondo a la postura de Obama no es que favorezca el suavizar las actuales restricciones en los viajes y envíos a Cuba que pesan sobre los norteamericanos, incluyendo aquellos de origen cubano. Más bien le critico que haya caído en la simpleza de plantear en términos esencialmente económicos la posible solución a los complejos males políticos de la isla.

Obama sostiene que ''el principal medio'' de que dispone Estados Unidos ''para fomentar un cambio positivo en Cuba es ayudar al pueblo cubano a ser menos dependiente del régimen de Castro''. La afirmación puede debatirse, pero es fundamentalmente válida. El problema es que la forma de independencia táctica para los cubanos que propone Obama es demasiado estrecha, pues se limita a que puedan recibir más visitas y dinero de sus familiares en Estados Unidos. Fuera de la ecuación el senador demócrata ha dejado, al menos hasta ahora, el apoyo oficial norteamericano a los diversos sectores de la isla que se esfuerzan, en condiciones muy adversas, por revivir una sociedad civil. Esos sectores incluyen grupos de derechos humanos, el movimiento de periodistas independientes y organizaciones políticas a las que la dictadura desconoce de manera arbitraria.

Si desea articular una política hacia Cuba sustantiva y coherente, Obama debería explicar asimismo cómo enfrentaría el reto del éxodo indetenible de la isla. Esto es vital porque la dinastía que forjan los Castro está diseñada para garantizar un continuismo que con toda certeza impulsará las salidas de Cuba por cualquier vía posible. Obama reconoce con acierto que el mismo ''principio de la libertad'' que trajo a su padre a Estados Unidos desde Africa anima a muchos cubanos. Pero debería reconocer también que los cubanos tienen el mismo derecho a huir de su país mientras allí reine la opresión, algo que tácitamente dejaron de admitir los presidentes Bill Clinton y George W. Bush cuando aceptaron la interceptación y deportación de balseros.

Obama podría ser un amigo consecuente de la libertad de Cuba si se comprometiera a ejercer liderazgo internacional, en caso de ser electo presidente, para contener el actual expansionismo en América Latina de la modalidad castrista de tiranía y para minar políticamente la dinastía de los Castro en favor de la democracia y el pluralismo en la isla.

En la educación ''cubana'' de los candidatos jugarán un papel determinante los inevitables asesores. Por eso, en lo que respecta a Cuba, los aspirantes probablemente serán tan sensatos, consecuentes y lúcidos como lo sean sus asesores. Creo que, cuando llegue el momento de votar, la mayoría de los electores cubanoamericanos, y muchos otros familiarizados con la problemática cubana, favorecerán al candidato que mejor refleje en sus planes de gobierno los diversos matices de esa problemática.