sábado, diciembre 29, 2007

EN BUSCA DE CONSENSO

Tomado de El Nuevo Herald.com

En busca de consenso


Por Oscar Peña

No se puede entender cómo es posible que los cubanos exiliados y los disidentes internos ante el largo y científico aparato totalitario que controla, planifica y reparte hasta los fósforos que recibe cada ciudadano, no hayan sabido enfrentar esa dictadura absoluta con un mínimo de conciliación y consenso para avanzar según el terreno que ocupa un viejo sistema que organiza minuciosamente cada uno de sus pasos como si fuera un reloj suizo. La realidad se impone: cuando el que usted enfrenta es demócrata, usted debe ser demócrata y respetar esos principios, pero cuando el que usted enfrenta es un dictador absoluto y un régimen que no juega limpio, las circunstancias lo obligan a ser algo superior: un estratega. Un patriota que esté por encima de los egos y protagonismos que tenemos todos.

Como la lucha no es en una sociedad libre y democrática no podemos darnos el lujo de reiterar acciones contraproducentes y torpezas políticas. Definitivamente no se puede enfrentar una dictadura de cuadros inteligentes y control total del país con un frente interno y externo de Pericles fajados públicamente entre ellos y poniéndose zancadillas. En mi etapa de lucha en los inicios del movimiento disidente interno no descansé en tratar de convencer a mis colegas que fueron el regionalismo y las divisiones --más que la propia España-- los que no permitieron a los mambises alcanzar la independencia con anterioridad. Observen los lectores un detalle convincente: finales del año 1988 dentro de Cuba. Las fuerzas contestatarias al régimen también estaban dispersas y cada una por su cuenta disparando al aire. Para el régimen éramos en esa forma de actuar como simples picadas de mosquito. Pero cuando nos propusimos --no para hacer una unidad de iguales porque eso existe sólo en los cementerios-- sentarnos como hace un congreso o parlamento en un país civilizado y entre todos meditar, conjugar y pactar cuáles son las tareas que el momento requiere, encendimos un bombillo rojo de peligro en el puesto de mando del régimen. Por ello me expulsaron de Cuba.

La primera reunión la citamos para la casa más grande que teníamos (la del Dr. Sebastián Arcos) en el Reparto Aldabó, y cuando alrededor de las 8:30 de la mañana estaban dentro la mitad de los disidentes convocados, llegaron más de 50 camiones llenos de brigadas paramilitares ''en nombre del pueblo'' para no permitir que entrara un disidente más y para que supiéramos que fajándonos entre nosotros podíamos existir dentro de Cuba, pero buscando un mínimo de consenso no. Catorce días duró el asedio a la casa. Cortaron el agua y la luz. Era la época en que no había cámaras de TV extranjeras en Cuba para denunciar esos abusos. Los buenos vecinos pasaban a escondidas pan y leche. Si el pasado 10 de diciembre se hubiera alcanzado el consenso de que era propicia la idea de marchar todos, en vez de una docena, hubieran sido más de mil sólo los disidentes conocidos.

En 1992 en Miami, al percatarme que el mismo virus de la disidencia de Cuba lo tenía el Miami cubano de manera peor, también me propuse convencerlos de la necesidad de buscar consenso. Teóricamente todos me contestaron y apoyaron; no obstante, en la práctica todos desanimaban: Juan descalifica a Pedro y Pedro descalifica a Juan. El pasado 15 de diciembre tuvimos una reunión del todavía incipiente Consenso Cubano del Exilio, en la que participaron destacados miembros del exilio cubano. Pero todavía hay sillas vacías en estas reuniones trimestrales.

Cuando logramos buscar consenso y coordinación de tareas dentro y fuera de Cuba los amigos extranjeros nos observan más serios e inteligentes. Y por otra parte el adversario se descompone más. En la pasada reunión de LASA en Canadá la delegación del régimen de Cuba informó a los presentes que no se dejaran engatusar con cantos de sirena de la mafia de Miami. Expresaron en parte de su informe: ``Ahora están haciendo alianzas y buscando consenso entre ellos y utilizan un lenguaje conciliatorio, a la vez atrayente, pero con marcado sentido diversionista, tratando de atraer a personas no conocedoras realmente del proceso revolucionario cubano y de sus principios de igualdad y justicia social. Sus argumentos tienen marcado sentido ideológicamente contrarrevolucionario, que evalúan como debe ser la transición en Cuba''.

Nadie lo dude. Las ideas cívicas, modernas e incluyentes desarman de argumentos a los regímenes de fuerza y excluyentes. Hay que trabajar contra el mensaje de odio y de plaza sitiada que desean ondear las autoridades de Cuba para subsistir. Invitar e involucrar a los que están dentro de las estructuras del régimen, trasmitiéndoles que estamos luchando por una Cuba donde quepan ellos, nosotros y todos los cubanos, y donde ellos sean también protagonistas del cambio y participen en la reconstruccción. No hay vencidos, ni vencedores. No habrá nuevos exilios. Sólo Cuba es la ganadora.