martes, enero 31, 2017

Esteban Fernández: ¡CAMBIO TODOS LOS TARECOS POR LA LIBERTAD DE CUBA!

¡CAMBIO TODOS LOS TARECOS POR LA LIBERTAD DE CUBA!



Por Esteban Fernández
30 de enero de 2017

Les hablé de mi ridículo martirio por haber estado 36 horas sin los cachivaches eléctricos y cibernéticos, y les dije que a las dos de la mañana recordé haberlo dicho alguna vez:

Lo que en Cuba era un lujo aquí resulta una necesidad. El carro, por ejemplo, era un lujo. Yo conocí a muchísimos hombres que vivieron felices y muy tranquilos durante toda una vida y jamás tocaron el timón de un automóvil.

Sin embargo, aquí es completamente imposible vivir sin (por lo menos) un carro. El automóvil es una necesidad perentoria. Se necesita carro para trabajar, para hacer los mandados, para poder convidar a una muchacha a pasear y hasta para ir a la esquina.

El otro día un amigo me dijo: “¡Chico, tengo tremendo problema, se rompió el carro de mi señora, y la verdad es que nosotros con un solo carro en mi casa no podemos vivir!”.

El teléfono es otro artefacto que jamás fue una necesidad en Cuba. Yo podía pararme en la puerta de mi casa y dar un grito y todo el pueblo lo escuchaba. Aquí el teléfono se descompone por dos días y nos parece que es una tragedia. Aquí hay que tener dos o tres teléfonos en la casa, una línea particular para los muchachos, y el celular para cuando estemos en la calle.

El televisor (y no un televisor sino dos o tres) es aquí una necesidad, sobre todo en momentos de soledad. Donde yo me crié no había soledad. Todos los familiares y amigos viviendo cerca, y un parque para reunirme con mil coterráneos a mi disposición.

Aquí, hasta estar en el “Internet” y recibir “E- Mails” es una necesidad. Ya usted si le dice a alguien: “No, yo no estoy en el FACEBOOK” es como decirle: “No, yo no estoy en nada”.

Y yo me pregunto: “¿No éramos felices, disfrutábamos de la vida, de las playas, de los parques, de las amistades, en la Cuba de antaño, y nos divertíamos sanamente, sin tan siquiera haber escuchado la palabra “Internet”?”.

¡Por favor, si yo conocí guajiros cubanos que vivían muy felices y no tenían ni luz eléctrica en sus bohíos con piso de tierra!.

¿Cuál es el mejor invento del mundo? Y la gente responderá: “El televisor, la máquina contestadora de llamadas, el celular etc.”.

Pero la verdad es que yo vivía más feliz cuando creía que los mejores inventos eran la quimbumba, los trompos, los caniques, los papalotes, el Parque, el río y y la Playa de Guanabo.

Constantemente, en mi entorno, escucho quejas: “Yo no puedo vivir sin la computadora, sin las tarjetas de crédito”.

El otro día llamé a un amigo y me dijo: “Espérate, te llamo luego, porque ahora estoy loco buscando el control remoto del televisor”. Vaya, como si levantarse del sofá y encender, apagar, y cambiar los canales, del televisor fuera un crimen imperdonable.

Y yo opino, y quizás esté loco, que lo difícil, lo duro, lo grande, no es la falta (por un ratito) de algún artefacto moderno, lo GRANDE, lo triste, es vivir eternamente sin el “Album Phillips”, sin “Detrás de la Fachada”, sin “Aquí todos hacen de todo”, sin el Cauto, sin el Hanabanilla, sin Santa María del Mar, sin los Tomeguines del Pinar, sin la jutía. y sin mi inolvidable Playa del Rosario más conocida como “Fango Beach” ¡Eso si es grande!.

¿Saben ustedes qué cosa es un millón de veces más GRANDE que perder (por unos días, porque están rotos) el televisor, el carro, el teléfono, la computadora?: haber perdido PARA SIEMPRE a Normita Suárez y a su esposo Jesús Alvariño, a Federico Piñero, a Julito Díaz, a Mary Munné, a Cachucha y Ramón, a Lilia Lazo, a “Ellos dos y alguien más”, a Ernesto Galindo, a Chiquitín Cabrera, a Napoleón Reyes, Gina Cabrera, a Tito Hernández, a Ernestina Lecuona, a Ciro Moracén, a Jorge Mañach, a Gastón Baquero, Yo daría todos mis artefactos eléctricos, y los suyos si fueran míos, por la única verdadera necesidad, y el único lujo, de los cubanos: LA LIBERTAD DE CUBA.

Mucho más triste que morirse sabiendo que no podemos llevarnos a la tumba los cachivaches eléctricos modernos es morirse sin ver la Patria libre. Y no es lo mismo dejar de herencia mil tarecos que una patria propia y un millón de palmas reales.