viernes, septiembre 22, 2017

De la narrativa de Maria Victoria Olavarrieta: Culto a la belleza postiza.


Culto a la belleza postiza.

Por Maria Victoria Olavarrieta
 21 de septiembre de 2017

Hoy me llegó a clases una estudiante de 8 años con las uñas acrílicas. _ Mañana es mi cumpleaños, maestra, y mire lo que mi mamá me regaló_ La niña con sus manos extendidas fue mostrándole a toda la clase  unas uñas desproporcionadamente largas pintadas al estilo de la manicure francesa. _ Mi hermana de 12 años siempre se las pone, así que le dije a mi madre que si ella podía, ¿ por qué yo no?

Desde hace tres años, en mis clases para sexto, séptimo y octavo grados incluyo debates sobre el abuso del alcohol y las drogas,  los implantes, cirugías estéticas, tatuajes,  etc.  Al inicio dudé si a estas  edades no sería demasiado fuerte abordar estos temas, los comentarios de mis estudiantes me confirmaron la urgencia de informarlos.
_ Mi mamá tiene implantes de glúteos y no le ha pasado nada.
_ Si eso fuera riesgoso, los médicos te lo tendrían que decir, me comentaban   con ingenuidad.
Lo de esta mañana fue una llamada de alerta que no quiero desoír. Tendré que empezar  a hablar del respeto al cuerpo desde Kindergarten.
_ Te vas a meter en una misión  imposible, me auguró una colega.  Si las madres se ponen uñas postizas, implantes, extensiones de pelo y cuanta cosa nueva salga al mercado,  ¿tú crees que lo que le diga su maestra en clase va a servir para algo?

(caricaturas añadidas por el bloguista de Baracutey Cubano)

Todo niño tiene derecho a la educación estética, el gusto se puede educar para que  no sean títeres de la moda de turno. Tengo una amiga que se redujo los senos hace 20 años en Cuba,  ahora en Miami, acaba de implantarse  unos enormes, desproporcionados a su figura y peso corporal.  Es un atentado a la belleza del cuerpo femenino esos implantes que hacen lucir los pechos como toronjas y los glúteos como pelotas de fútbol.

_ El que quiera azul celeste, que le cueste,  me decía una peluquera cuando le hablé de los efectos nocivos de los componentes de la queratina,  para su cliente y para ella, que aspira durante horas los químicos del tratamiento. _ El que a su gusto muere, la muerte le sabe a gloria, me respondió un famoso peluquero de Miami cuando le pregunté si había leído sobre los efectos nocivos de los tratamientos para alisar el cabello.

El  personal  que pone uñas postizas no suele advertir a  sus clientes de la toxicidad del metacrilato de metilo, compuesto químico usado frecuentemente como pegamento,  que al inhalarse puede afectar  los pulmones  y  la piel al contacto directo.  Entre la uña natural y la plástica , suelen quedar espacios donde se acumulan la suciedad y bacterias que aumentan los riesgos de infección por hongos.  Cualquier dermatólogo podrá explicar lo difícil que es curar las uñas infectadas,  tratamientos largos, costosos, nada inocuos y no siempre  exitosos.

Cada vez con más frecuencia,  me encuentro con  mujeres  de cejas tatuadas,  trazos inamovibles que  le confieren al rostro una dureza de máscara, las muy arqueadas las hacen lucir perennemente asustadas. El tatuaje de los párpados, un lugar tan sensible, tan cercano al ojo, el órgano del sentido más preciado, también se ha hecho muy popular. Ya veremos los efectos cuando pasen unos años y esa piel envejezca y se arrugue.

El maquillaje es como el vestuario, habla de ti, es muy personal.  Una vez que te has tatuado el delineador del párpado ya tienes que estar así para hacer deporte o ir a la ópera. Tremendamente aburrido estar maquillada igual por el resto de tu vida. Amén de los riesgos,  me parece insólito que alguien renuncie a la frescura de un rostro natural que puedes maquillar según la ocasión.

La persona que se tatúa está enviando un mensaje muy claro: _ Mírame, estoy aquí _ le escuché decir a un psicólogo hace unos días. Cuando yo era niña el tatuaje era un signo de marginalidad y mal gusto, según este especialista ahora tiene mucho que ver con un reclamo de atención, rebeldía e inconformismo.

Mi antiguo compañero de la escuela secundaria se las daba de Don Juan. Era de los pocos en el aula que tenía vello en el pecho, solía dejarse desabotonado el primer botón de la camisa de uniforme para que todas nos enteráramos  que él era un hombre de pelo en pecho. Ya en la universidad siempre llevaba barba y sus cejas y brazos velludos eran su signo de identidad.

Me encontré con él en una de  las  playas  del cayo  Biscayne, Florida;  la primera impresión fue pensar que estaba enfermo, alopecia quizás,  su piel me recordó la de los pollos criollos que mi madre mataba en la  casa de Gaspar, en Cuba. Les retorcía el pescuezo y los metía en agua hirviendo para después desplumarlos, ella me dejaba quitarle los cañones cuando ya perdían el calor.

Lo que yo tenía delante era un pollo desplumado.  No pude  contener  el  comentario. _ ¿Estás enfermo?. Mi  amigo, el machote  del  grupo, me  miró  con  cara  de  víctima y  me  dijo: _ Me casé con una muchacha 14 años más joven que yo,  tengo que depilarme, me dice que le dan asco mis pelos, ¿qué quieres que haga? No tengo opción.
_ ¡ Pero te depilas todo !  pecho, brazos, hasta las cejas te las veo diferentes. – le dije sin poder creer lo que veía. _ ¿No te duele?
_ El pecho es lo más doloroso, pero sabes, te acostumbras.  Es que ella no soporta los pelos.
Yo fui noviecita del “Kike”.  Llegué a casa, revolqué  las fotos viejas y encontré una de cuando este pollo era un hombre.
                                                       .
El culto desmesurado no a la belleza genuina, sino al patrón de belleza que se ha impuesto en estos últimos años, tiene mucho de tortura.  Tatuajes, cirugías, implantes, depilaciones…  implican riesgo, dolor físico, largas recuperaciones y muertes. La cultura de la muerte no ha dejado campo que no penetre.

Si mañana amaneciera La Mona Lisa con un aro colgante  en la nariz, el personal a cargo del Louvre pediría a la policía una investigación para encontrar al profanador de una obra de arte así,  ¿cómo  verá Dios lo que estamos haciendo con la  obra más perfecta de su creación?


Maria Victoria Olavarrieta
Profesora de Español  y Literatura